¿Te escondes, o apareces?
“No quiero molestar”, “No quiero ser una carga”, “Creo que las personas no están a gusto conmigo o con lo que hago”, etc.
¿Alguna de estas frase se te hace conocida? Las escucho muchas veces cuando acompaño a personas a conectar con su ser. Y se me hacen muy comunes, no solo por las veces que las escucho de alguien más, sino porque viví en ellas por mucho tiempo.
Los seres humanos olvidamos nuestra grandeza a medida que nuestras interacciones con los demás y derivas sociales nos van enseñando que no somos suficientes, que siempre hay un espacio que nos falta llenar. Desde esta forma de observarnos, se empieza a generar una separación de nuestro SER que requiere de varios caminos para sobrevivir. Quiero reflexionar acerca de dos que operan de manera opuesta; uno consiste en salir al mundo con máscaras que nos permiten crear personajes que se ven muy seguros y grandes, el segundo consiste en desaparecer del mundo y pasar desapercibido ante los demás.
En el primer camino, esta forma de supervivencia, se puede empezar a manifestar de manera arrogante. Son personas que empiezan a llenar sus vacíos a través de juzgar a los otros en un nivel inferior. Su falta de auto-reconocimiento crea una falsa grandeza que puede permear todas sus relaciones; Pareja, familia, amigos, colegas, etc. Estos personajes aprenden que su grandeza está fuera de sí mismos. Van causando mucho dolor en las personas con quienes se relacionan, alimentando su propio dolor. Esto no tiene nada que ver con su intención o no de hacer daño, tiene que ver con la forma que encontraron para sentirse mejor en un mundo donde el éxito tiene un patrón definido que todos deberíamos seguir.
En el segundo camino están los que desaparecen. Ese que está detrás de la sombra del gran enmascarado. Este personaje decide qué nunca va a lograr los estándares de suficiencia que el mundo exige y decide que va a hacer lo que los otros digan para evitar la equivocación. Además, hace lo posible por no ser juzgado y por eso mejor no pide ayuda, no pregunta, habla poco para que el mundo no se dé cuenta que está ahí. Este es el personaje que dice “lo que tú quieras”, el que no expresa su rabia, no pone límites, no ejerce su dignidad. Su vida se convierte en un ir por la vida sin saber a dónde, pero va a donde los otros van y no se da su lugar en el mundo.
Es más difícil para ti y los demás lidiar con tu inseguridad y
tus máscaras que abrazar la grandeza de tu ser.
Estos dos personajes conviven juntos, cada uno puesto en su rol. Pero se van dando cuenta poco a poco que hay algo en la máscara que ya no le acomoda y que hay algo en el no aparecer que le está cerrando posibilidades en la vida. Y ahí, es el momento en que el SER tiene esa gran necesidad de salir del lugar secundario que se le ha dado.
El personaje que se esconde empieza a reconocer la maravilla que es dejar de ser carga, reconocer que el mundo no se puede perder de sus dones. De esta forma un brillo aparece, y la conexión con los demás se genera sin esfuerzo, sin tener que pretender ser alguien más.
Nuestro SER, nuestra esencia y nuestros dones, son parte de quienes somos y en algún momento encuentran la forma de darse su lugar. El gran enmascarado va quitando poco a poco esa máscara cuando conecta con su mundo emocional. Va descubriendo que puede seguir siendo grande en la medida que también ayuda a conectar la grandeza en los demás.
El conectar con la grandeza tiene que ver con conectar el SER. Identificar y honrar los deseos del alma, ir quitando poco a poco las máscaras o ir apareciendo ante el mundo para mostrarnos más vulnerables y permitir que la suficiencia llegue a través de quienes realmente queremos SER.
Cuando el SER es reprimido y se deja en un segundo lugar por un largo periodo de tiempo, busca la manera de mandar señales de su existencia dentro de nuestro cuerpo. Ahí es cuando los seres humanos empezamos a sentir que hay algo adentro a lo que deben volcar su mirada porque el afuera ya no parece estar generando bienestar.
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